Pablo P. - Barcelona
Me preocupa el futuro de mis hijos. Sí, esos que aún no
tengo. Y no lo digo por el calentamiento global, ni por los ánimos tan
exaltados del personal, que también. Me refiero a ese miedo, por el que todos,
o la gran mayoría, hemos pasado, que asoma cada vez que debemos elegir. En este
momento hablo de algo tan prosaico como elegir una carrera, pero creo que es un
miedo de carácter bastante global. Los
indecisos somos, en general, gente con mala prensa. Pero quizás simplemente
seamos esos que ven el mundo lleno de posibilidades.
Decía de elegir una profesión. Bien. Teniendo en cuenta la
enorme capacidad de adaptación del ser humano, podría no ser uno de los mayores
problemas. Entonces aparece
Bukowski y te suelta eso de:
Find what you
love and let it kill you
Y piensas: Sí, rotundamente sí. ¿Lo
encontraremos? ¿Cómo? Porque hay padres que soñaban con ser pilotos de avión y
acaban en teleco. Hermanos antropólogos metidos a ingenieros de caminos.
Diseñadores metidos a… diseñadores.
No seréis buenos diseñadores si no os gusta construir.
Esta afirmación de Isabel López Vilalta, en principio de una
obviedad bastante descarada, a mí me abrió los ojos. O renovó mi amor por la
profesión en un momento complicado, que viene a ser lo mismo. En menos que
canta un gallo me había teletransportado a mi niñez, a todos esos deseos, no exactamente atávicos, pero sí realmente primarios, innatos, que me empujaban a pasarme el
santo día con el Tente (también llamado el lego para pobres) poseído por una innegable necesidad de construcción.
Claro que en aquella época me sentía igualmente atraído por su antagónico
verbo. Sí, la destrucción también me parecía fascinante. ¿A qué niño no?
El caso es que no me pareció mala idea remontarme a
primigenios arrebatos para reafirmarme en mi buena elección. O en cualquier caso, no era un razonamiento mucho peor que otros.
Supongo que todo esto me hace pensar que en años venideros no dejaré de
fijarme en cómo pierden el tiempo mis hijos (una de las mejores formas de
aprovecharlo). Para los mayores, en caso de duda, -y con permiso de Saint-Exupéry-,
que consulten al niño que una vez fueron. Porque todos lo hemos sido. Aunque
algunos no se acuerden.
Yo quería ser arqueóloga. En el instituto, bajé a veterinaria. Ya en bachiller, me decanté por la humanidades y ahora deseo, por encima de cualquier cosa, cursar Historia del arte. Me e n c a n t a b a y (igual de importante) se me daba genial. No bajaba del 8. Estoy más que decidida y, aún así, me queda el que quizá sea el mayor obstáculo en estos tiempos tan jodidos: el dinero. Por más que quiera formarme en la universidad, no puedo permitírmelo. Ni yo, ni mis padres. Y aquí estoy, buscándome la vida como puedo.
ResponderEliminarDe todas formas, gracias por este pequeño artículo. La verdad es que la anima a una a seguir adelante, aunque cueste, para conseguir lo que más se ansía.
Un abrazo, Pablo.
:)
ResponderEliminarY por otro lado, Tente > Lego! Tenía más posibilidades de combinación entre sus piezas, y mucha menos especialización de cada una de ellas.