Estamos cansados de oír que de la crisis saldrán cosas
positivas, que es tiempo de oportunidades y de abrir nuevas puertas y que
gracias a la situación que vivimos muchos se reinventarán y acabarán
reforzados.
Sinceramente no creo que sea un momento mejor que otro anterior
para que esto sea así, seamos realistas, todo es más complicado ahora mismo y
mover cualquier cosa cuesta mucho más esfuerzo que hace sólo 5 años, la única
razón para tomar decisiones importantes ahora es la necesidad, siendo el
acomodamiento natural e innato del ser humano lo que nos impedía hacerlo en
épocas tranquilas.
Sea por dicha necesidad, sea por el tiempo que muchos tenemos
para pensar, lo que sí es cierto es que dentro de este contexto deprimido, la
capacidad de reinventarse de las personas (todavía deficitario respecto a la
capacidad de acomodarse) despierta y conlleva situaciones nuevas e
interesantes.
Dentro de nuestro mundo laboral, rodeados de profesionales
de la arquitectura, de la fotografía, del diseño o la ilustración, gente que
del mismo modo puede trabajar solo o asociado, con necesidad de un espacio de
trabajo, con el eterno problema de la vida del autónomo, se ha abierto un campo
(movido por la necesidad eso sí) hasta ahora cerrado por otra característica
típica humana tan extendida como dañina, la individualidad. Hasta
hace bien poco cada uno de nosotros debía tener su propio despacho, o su
taller, o lo que fuera, pero suyo, eso sí…sólo suyo. Pues bien, ahora que ya no
podemos pagar nuestro despacho, ni nuestro taller, ni nuestro lo que sea es
cuando nos vemos obligados a dejar de lado nuestra individualidad (instinto de
supervivencia mediante) y vislumbrar otro contexto, compartir un espacio común.
Nos hemos visto obligados a compartir espacio…el paso
siguiente es inmediato: compartir conocimientos, y de ahí a producir sinergias
la distancia es nula.
Y así volvemos al principio, la crisis no es positiva, pero
nos ha obligado a cosas que de otro modo seguramente no habríamos hecho y por
ahí hemos pasado de estar encerrados en nuestro puesto de trabajo, solos y
ensimismados, a compartir espacio y experiencias con otras personas, que además
de aportarte beneficios personales pueden enriquecer tu vida profesional y, al
fin y al cabo, abrirte el abanico de posibilidades de un mundo laboral tan
complicado como el actual.
Y todo esto es lo que ya se conoce sobradamente como
“coworking”, cada vez más extendido y evolucionado.
Seguramente (y conociéndome) no habría indagado más de la
cuenta en este mundo de no ser porque 2 grandes amigos se han lanzado a montar
uno de estos espacios en el centro de Barcelona y porque de verdad me han hecho
creer en su utilidad, en su función dentro del contexto actual y en lo que de
él puede salir. Quizás es muy bucólico lo que me imagino pero pensar en, como
arquitecto, compartir espacio de trabajo y ayuda con un diseñador gráfico, un
fotógrafo, una abogada y una periodista (por poner un ejemplo) me parece tan
bonito como práctico.
Estos amigos acaban de inaugurar La Colecta, un espacio
donde poder llegar a crear estas sinergias, a avanzar en una formación
profesional más extensa y trabajar por mucho menos dinero de lo que nos
costaría nuestro propio estudio, otro fruto más de la necesidad actual que
puede terminar en algo bonito. Así que ya sabéis, si vivís en Barcelona lo
tenéis fácil, porque la “movilidad exterior” de la que nos habla alguna
política no es la única respuesta…
Pues habrá que pasarse por allí. Muy interesante la iniciativa!
ResponderEliminar