lunes, 5 de diciembre de 2011

Capital del Imperio, II

Pablo P. - Washington DC


La ciudad prototípica estadounidense (en realidad, por extensión, la ciudad americana) es un inmejorable marco donde establecer asociaciones prácticas con aquello que Marc Augé acuñó como No Lugares en sus estudios sobre espacios anónimos, de tránsito. Se trata de la aplicación de sus teorías en el campo de la antropología urbana lo que suscita esta pequeña reflexión.

Del mismo modo que en el pasado, el bronceado de la tez poseía un significado subordinado al nivel socioeconómico, y que con el paso del tiempo invirtió de manera drástica sus connotaciones, hoy en día, el sobrepeso es un rasgo más de la precariedad en Estados Unidos. Organic, es la palabra más repetida en los lujosos mercados, fruterías y grandes superficies; el producto fresco, convertido en artículo de lujo. Imagen  que contrasta con la de las barriadas, mayoritariamente afroamericanas, donde encontrar una lechuga es más que complicado. McDonalds se ha convertido con autoridad en el restaurante oficial de la comunidad negra. Tampoco hay donde elegir, aparte de con o sin queso. Es la libertad del pobre. Un dato: los afroamericanos representan casi el 75% de la población del Distrito de Columbia. Y todo esto, que en realidad apenas es reseñado en la prensa (The Onion, diario gratuito, ofrece siempre su versión socarrona, pero bastante inocua) refleja la profunda imposición del no lugar, y su lucha por perpetuarse en el organigrama. Es sencillo, hablamos de un mapa urbano donde el marco indiscutible de la relación social es el todopoderoso Starbucks, y la mezcla étnica, menos abundante que durante la temporada que los musulmanes pasaron en la península ibérica. Pero, ya lo decía Leonard Cohen, that’s how it goes. En Estados Unidos siguen apartando el sistema métrico, y la población pobre es la de mayor abstención en las urnas, a diferencia del resto del mundo. Contrastes un tanto deprimentes.



Siendo Washington DC una ciudad extraordinariamente europea dentro de los cánones urbanos del país, es irónico pensar que es víctima de los no lugares en mayor medida que otras grandes urbes como Philadelphia o Baltimore. La disciplina social se pierde entre todoterrenos gigantes, cadenas de hamburgueserías y discriminación social galopante. En Occupy DC llevan aguantando estoicamente desde primavera, con una determinación no vista en España. Hay algo cierto: ellos tienen mucho que cambiar. 



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