jueves, 15 de septiembre de 2011

Tengo derecho a mi fiesta

Sevilla-Barcelona-Córdoba

Maletas cargadas de promesas se trasladan de nuevo de una ciudad a otra. Tropiezan contra los adoquines de la acera, siguiendo los pasos de quienes las guían. La llave encaja en la cerradura y abre la puerta de nuestra vida cotidiana.

[Al noroeste]

Cuando el frigorífico chilla nada puede ir bien…

Los ruidos de la calle se mezclan con notas musicales de instrumentos desabridos y las alertas procedentes de portátiles sin esterilizar.

La televisión ha muerto y la radio solo suena en privado a horas intempestivas.

Gritos, murmullos, susurros, risas, lamentaciones de todas las intensidades posibles llegan desde el fregadero.

La lavadora da vueltas sobre sí misma y cambia de idea constantemente.

Fulano tiene buen oído, pobrecito. Está harto de que lo compartan y no sabe cómo decirlo.

[Al sureste]

Polvo. Por todas partes…

Otra vez aquí, acompañado quizá por un suspiro que aporte al momento la carga dramática que merece.

Cuatro hormigas por el pasillo cerrando el desfile de su libertad estival por la casa.

Familiares ajenos invasores de intimidades ajenas, se apropian del espacio y te confinan a un rincón.

La vuelta del supermercado sugiere que, en lugar de abastecerte, vas a atrincherarte.

Reproches entre dientes. Un pero-cómo-se-le-ocurre por aquí, un mira-que-lo-sabía por allá.

La adaptación al hábitat -y a quienes lo habitan- se producirá en unos días. Hasta entonces, desidia aderezada con una pizca de vergüenza propia por preocupaciones tan absurdas.

Sin embargo, los objetos más comunes son aquellos que más nos esclavizan, ofreciéndonos necesidades que ni siquiera sabíamos que teníamos. Y encima, nos desquician.

Tengo derecho a mi fiesta. Genial. Pero antes tengo que limpiar, tirar, barrer, fregar, ordenar, organizar, arreglar, comprar, cocinar, ir al banco, pagar facturas, pelearme con la compañía telefónica, llamar al casero, matricularme… y adecentar el resto de mi vida.

Una oda a la publicidad engañosa. Compasión, y tal vez una sonrisa cómplice, para el resto de puntos cardinales.

1 comentario:

  1. jajaja... es verdad que la vuelta a casa y/o de vacaiones siempre es una odisea... pero jamás lo habría narrado de una forma tan dulce. Preciosooo!!

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