jueves, 19 de mayo de 2011

el camino al cole


Juan y Salva · Valencia


Por lo general, nuestra memoria tiene una gran capacidad selectiva, guardando en sus cajones aquellos recuerdos que tomamos en su día como positivos, sucesos alegres, divertidos, emocionantes… y dejando bien al fondo los que quedan marcados como negativos.
Nosotros no vamos a nadar contra corriente en nuestras propias neuronas, por ello queremos rememorar una época en la que nuestros ingenuos espíritus eran libres de conceptos como forjado (diooooooos! recuerdo tan bien la primera vez que escuche este palabro, fue como perder la virginidad de nuevo!!), encofrado o incluso arquitectura
A pesar de ello, vivíamos de una forma muy sensible, intensa y bastante diferente las calles, los edificios y como concepto general el urbanismo que nos rodeaba. Y es que nuestro punto de vista estaba a no más de 1,20 metros sobre el suelo (1,40 para algunos demasiado adelantados). Ello nos facilitaba fijarnos con mayor precisión en los detalles que ocurrían en el suelo (quién no ha jugado a cruzar el paso de cebra sin pisar el asfalto no pintado?) y hacía que nos quedáramos atónitos con todo lo que había por arriba, inmensamente grande a nuestros ojos.
Nada era indiferente, incluido aquello que ahora puede parecernos cotidiano como el camino al curro, a la universidad, a hacer la compra… y mucho menos no iba a serlo el camino al cole.
El camino al colegio suponía toda una aventura cada día… para quién no??! Salir de casa era como lanzarte a un estado ingrávido lleno de posibilidades, un nuevo gato que perseguir, un árbol que trepar; ojo, cruce!! Recuerda: “mira siempre a los dos lados antes de cruzar”. Comerte unos frescos y dulces nísperos de temporada, o joderle los caballones al vecino de la huerta de al lado. Finalmente sobrepasar la verja del cole y volver los pies a la tierra…


Y es que cabe mencionar que nuestro particular camino al cole podía resultar especialmente característico debido al lugar en el que vivimos la infancia. Segorbe, nuestro pueblo de interior en Castellón, ha cambiado mucho, muchísimo desde entonces. Su tejido urbano tan heterogéneo llegaba a solapar de manera muy contrastada terrenos de huertas perfectamente trabajadas y cuidadas con edificios de viviendas de 4 plantas… Nuestro querido colegio público, Pintor Camarón, se situaba y sitúa en las muy afueras del pueblo y ello propiciaba atajos y otras travesuras que le daban vida al trayecto.



Los árboles se convertían en monstruos de 83 brazos, los perros que guardaban las fincas eran dragones enfurecidos, los ribazos entre huertas grandes acantilados, las almendras cogidas del árbol eran píldoras de fuerza infinita, las acequias ríos bravos imposibles de navegar y las campesinas que vivían por el lugar... bueno, para el más imaginativo quizás parecían bellas princesas de vestido fino y pelo dorado, pero en realidad recordaban más bien a brujas maquiavélicas cuidando sus manzanos de frutos envenenados.




La peligrosidad tal vez era alta, pero hay que reconocer que es más bonito jugártela saltando tapias a mundos desconocidos que cruzando un semáforo en rojo porque llegas tarde al autobús.
Y no todo era diversión: el trayecto se convertía a menudo en el típico (y necesario) repaso de última hora, porque la tabla del 7 que tenías que recitar al llegar a clase no era cosa sencilla.
También hay que recordar el realmente maravilloso hecho de empezar a caminar desde casa solo y cabizbajo y, en progresión geométrica, encontrarte con compañeros hasta formar una manifestación pro-son goku a las puertas del colegio.


Tal vez cualquier tiempo pasado fue mejor, tal vez seamos unos nostálgicos, tal vez hace unos años los jóvenes se divertían de verdad. O tal vez no sea para tanto y simplemente las cosas evolucionen y no haya de qué quejarse.
Nosotros solo podemos decir que en nuestro caso, el camino al cole proponía más estímulos que algunas clases de lengua, que la mayoría de horas de tele, que cualquier video juego de sega. Y además, no lo cambiamos por una calle de aceras anchas, mobiliario urbano estratégicamente ubicado, tráfico lento y casitas adosadas a cada lado.
Y añadimos: que viva crecer en los pueblos.





○ Redactado por Juan Montaña y Salvador Carrascosa (hijo)
○ Fotografías de Salvador Carrascosa (padre)

3 comentarios:

  1. pepe vuelve!! hay mucho trabajo por delante solo en la comarca!

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  2. me ha encantado chavales. Me ha hecho pensar en "mi camino" claro que ni se acerca...ya que mi casa está a la vuelta de la esquina!!...para cuando quería empezar una de esas eventurillas...al llegar a la panadería, ya se había terminado. Pero, detrás de la ikastola, había, hay, un espacio de servidumbre, al que llamábamos atajo, con una pequeña acequia llena de musgo y cabezones,...que recuerdo que me hacía querer vivir donde lo hacían los niños que tenían que venir por ese "atajo". Comunicaba dos lados del colegio, pasando por el paseo de los llanos, un convento...y finalmente, el atajo...(que encima tenía un quiebro...¿¿y si alguien se había escondido a la vuelta?? echabas a correr como alma que lleva el diablo...con el corazón en la boca y repitiendo última vez que paso por aquí...aunque realmente estabas deseando que llegasen las 5 de la tarde para salir a explorar otra vez. ainss...!

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