lunes, 18 de abril de 2011

AR SIELO CON ELLA!!

Pablo · Granada

Si os dais una vuelta por Granada esta semana, es prácticamente imposible que no os encontréis con una procesión, un grupo de beatos esperando, o un par de penitentes de vuelta a su casa. El centro está tomado por las cofradías; es difícil cualquier actividad que no tenga que ver con la Semana Santa.

A mí, particularmente, me molestan bastante. Considero irritante esa demostración casi obscena de idolatría, porque no es gente manifestando su religiosidad con calma, son exaltados adorando a un trozo de madera rodeado de cantidades ingentes de oro y flores que han costado un ojo de la cara. Yo, con no acercarme por allí (vivo en un pueblo del área metropolitana), solucionado. Peor lo tienen los que tienen su casa en el recorrido oficial, porque seguramente hasta les resulte complicado entrar y salir, por la cantidad de gente, las gradas que colocan, la de mierda que hay...

Pero oye, esa es mi opinión, y es una semana, tampoco es para tanto. Que me resulte a mí una actividad particularmente molesta no me da el derecho a decidir si se puede realizar o no. Entiendo que haya gente a la que le guste, puede resultar bonita, e incluso emocionante. Es una tradición muy arraigada, y atrae mucho turismo. Y aunque no fuera así, los cofrades son también ciudadanos, y es estupendo que puedan hacer uso de la ciudad, del espacio público, como mejor les parezca, aunque durante una semana se apropien de él por completo.

El problema es que hemos llegado a un punto en que están surgiendo muchos conflictos. Por qué se permiten un tipo de celebraciones y otras no? Hasta hace unos años, en Granada celebrábamos la fiesta de la primavera por la calle. No había una fecha concreta, simplemente, en los alrededores del equinoccio de primavera se corría la voz, y la gente iba a plazas y paseos a beber, a tocar, a charlar con los amigos... Lo mismo ocurría con las Cruces de Mayo, otra tradición religiosa, sólo que aquí se colocaban cruces que fabricaban los vecinos de cada barrio, o los miembros de una asociación, pero siempre en la calle, en las plazas, junto con una barra y música (normalmente sevillanas horteras, lamentablemente). Por la presión de los vecinos y los intolerantes, ahora las fiestas se organiza en un descampado al lado de la autovía, y han perdido todo el encanto; ya no disfrutamos con ella de la ciudad.

Además, la mayoría de recursos se destinan a "embellecer" la ciudad (concepto muy subjetivo éste, porque les parece bello a unos, nos parece horroroso a otros). Se gastan millonadas en cambiar solerías, decoraciones, vegetación artificial, para hacer más vistoso el centro de la ciudad, mientras los barrios sufren carencias enormes. El último ejemplo es la calle Ganivet, ahora conocida como el Santódromo, donde han quitado los árboles (que aunque estaban raquíticos los pobres, por falta de cuidado, nacían del suelo) por macetas con arbustos de quita y pon, para poder colocar gradas desde las que ver pasar las procesiones.

Y por último, se define el tipo de uso que se puede hacer del espacio público, que es prácticamente ninguno, y el tipo de cultura que se debe desarrollar en la ciudad. Es tristemente famosa la Ordenanza de la Convivencia, que prohibe jugar, comer o tocar un instrumento en la calle. Los bares que promueven actuaciones culturales sufren cada vez más del acoso de la administración, y varios se han visto obligados a cerrar durante unos días alguna vez que otra. El colmo es el cierre de la plaza de la Libertad con rejas de una antigua cárcel franquista.

Por qué pasa todo esto? Pues tiene que ver con el intento de hacer de las ciudades una especie de parque de atracciones, vendiendo imágenes de postal, y controlando lo que sucede en ellas. Granada era hasta hace diez años una de las ciudades con más diversidad cultural que yo haya conocido, y la calle y los bares eran el escenario, porque cabía la espontaneidad, había posibilidad para que cualquiera pudiera expresarse, y todos respetábamos el uso que cada uno hacía del espacio público, siempre que respetara a su vez el uso de los demás. Ahora el ayuntamiento está controlado por gente que pretende que usemos la calle para ir del punto A al punto B, mirando escaparates, y sin hacer demasiado ruido (y no es una exageración en absoluto; la Ordenanza prohíbe prácticamente cualquier otra cosa). Afortunadamente, es imposible que todo el mundo se comporte como un grupo de personas considere aceptable de un día para otro. Pero no nos podemos descuidar; tenemos que tomar de una vez el poder de decidir entre todos qué hacemos con nuestra ciudad, y tendremos que aceptar que hay muchísima gente muy diversa, que cada uno querrá una cosa, pero que la calle es suficientemente grande para que quepa todo, si somos tolerantes.

5 comentarios:

  1. A todo añadiria los detalles de las cruces "de barrio" que se hacian durante el dia de la cruz, que no eran tan grandes y en vez de barra la gente sacaba comida directamente de sus casas. No era raro encontrarse dos o tres carmenes del albaizin que montaban una cruz chiquita y las abuelas hacian pucheros buenisimos.

    Otro detalle es que ultimamente se ha levantado una campaña de medición de decibelios en los pubs y salas de Granada. Apenas quedan actuaciones en directo a menos que sea en las salas grandes en la periferia. Penoso.

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  2. Y otra situación más, en la que no había pensado por ser más que habitual, pero que quizás sea la peor de todas: el coche ocupa cada vez más espacio en nuestras vidas, y nos roba el espacio público (excepto en el centro, claro, donde se peatonaliza todo, pero por motivos comerciales...)

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  3. una buena e internacional reflexion, es lo que está pasando por todos lados y no se hace nada por cambiarlo...igual hay que tomar la calle todos los días como nos proponian en el post anterior...
    Suerte con tu semana santa!

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  4. Hay que tomar la calle y los ayuntamientos!! Que ya está bien de que unos pocos decidan por todos.

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  5. No puedo aportar mucho, aparte de apoyar la argumentación, pero añadiré que el viaje que hice a Granada allá por el 98, me mostró una de las más estimulantes y fogosas ciudades. Un ambiente inmejorable, una actividad en las calles y bares que era pura delicia. Lamento que aquello haya cambiado.

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